Hoy añadimos dos nuevos relatos, en esta ocasión se trata de las continuaciones a un comienzo previo.
Por Laura Sancho Quiles, de 1º ESO C:
Era una noche límpida
y estrellada, descansábamos estresados por una jornada muy dura
cuando, de improviso, se oyó un ruido y un grito de espanto. Se
encienden las luces, todos saltan de la cama, se ponen el pañuelo al
cuello, los zapatos y los anoraks, y salen. Estos se encuentran con
algo extraño, algo que no se ha visto en años y un fenómenos un
tanto extraordinario; se trataba de una piedra pequeña. Era un
mineral especial, mágico; era rojizo por dentro y por los laterales,
blanco y brillante. Pablo vio una cosa en el centro del mineral, era
redondo y de un color fuerte, amarillo; era algo que no habían visto
en su vida.
Era media noche y los
amigos de Pablo junto con él se fueron a la biblioteca para buscar
información sobre ese fenómeno extraño. Marina y Ana encontraron
la información que querían. La piedra se llamaba Larius-caplis,
en el libro ponía que era un mineralque hacía cosas extrañas:
emitía voz de mujer, emitía gritos, rugidos... A continuación, en
el segundo párrafo decía que era un mineral importante que se podía
utilizar para hacer el bien, porque Larius-caplis
tenía una fuerza brutal para cambiar lo que quisieran.
Los
amigos de Pablo se fueron, ya estaba amaneciendo y tenían que
regresar a sus casas. Pablo se quedó con el mineral que habían
encontrado. Por la mañana se vieron en el colegio y observaron que
el cielo estaba raso, diferente, algo pasaba en ese cielo.
Marina
pensó que podría ser cosa de Larius-caplis
y Ana asentía con la cabeza. Luna había cogido el libro de la
biblioteca, el que estaba relacionado con al piedra. Celia leyó el
tercer párrafo y ponía que para que la piedra hiciera el bien y no
tuviera efectos peligrosos, se tendría que depositar en una zona
alta. Por la tarde, Pablo y sus amigos fueron al bosque a dejar el
mineral en una montaña. Así lo hicieron y desde ese día todo
volvió a la normalidad.
Por Óscar Cano Milvaques, de 1º ESO A:
Era una noche límpida y estrellada, descansábamos estresados por una jornada muy dura cuando, de improviso, se oyó una especie de rugido y un grito de espanto. Se encendieron las luces, todos saltaron de la cama, se pusieron el pañuelo al cuello, los zapatos y los anoraks y salieron. Allí fuera, en el bosque, se encontraron a la niña del sueño de Hansen, y como había soñado, estaba herida por un mordisco de león. Nadie sabía qué hacer, pero el más anciano de todos había sido médico en una aldea al norte de Noruega, y sabía apañarse con alimentos del bosque para curar. Pidió y buscó unas plantas en los alrededores mientras otros dos jóvenes se habían quedado con ella en la cabaña. Al encontrarlo fueron todos a la cabaña. El anciano hizo unas cuantas masas con esas plantas mientras los demás buscaban tijeras, hilo, aguja y toallas y prendas finas.
Al terminar la curó y desinfectó una de las masas. Después cortó unos trozos de carne que no se podían salvar. Luego le cosió las heridas, le quitó la sangre que sobraba, le puso otra masa para que cicatrizara y se lo tapó con las prendas finas.
Por Óscar Cano Milvaques, de 1º ESO A:
Era una noche límpida y estrellada, descansábamos estresados por una jornada muy dura cuando, de improviso, se oyó una especie de rugido y un grito de espanto. Se encendieron las luces, todos saltaron de la cama, se pusieron el pañuelo al cuello, los zapatos y los anoraks y salieron. Allí fuera, en el bosque, se encontraron a la niña del sueño de Hansen, y como había soñado, estaba herida por un mordisco de león. Nadie sabía qué hacer, pero el más anciano de todos había sido médico en una aldea al norte de Noruega, y sabía apañarse con alimentos del bosque para curar. Pidió y buscó unas plantas en los alrededores mientras otros dos jóvenes se habían quedado con ella en la cabaña. Al encontrarlo fueron todos a la cabaña. El anciano hizo unas cuantas masas con esas plantas mientras los demás buscaban tijeras, hilo, aguja y toallas y prendas finas.
Al terminar la curó y desinfectó una de las masas. Después cortó unos trozos de carne que no se podían salvar. Luego le cosió las heridas, le quitó la sangre que sobraba, le puso otra masa para que cicatrizara y se lo tapó con las prendas finas.
Molas els dos
ResponEliminagupos los cuentos dos pero mola mas el de oscar cano guau
ResponEliminaMe gusta mas el de Laura.
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